viernes, 16 de septiembre de 2011

Una voluntaria japonesa

Esta es una historia de una voluntaria japonesa que está en Ishinomaki desde abril. El artículo salió en el blog Japan Real Time bajo el título Seis Meses: La Voluntaria.


Desde principios de abril, Hiroko Murashima ha estado trabajando como voluntaria en Ishinomaki, una de las ciudades tragadas por el tsunami en la Prefectura de Miyagi.

Aunque Murashima es una voluntaria, su responsabilidad es enorme. Y es parte de un gran número de japoneses en sus 20s y 30s que han dejado trabajos insatisfactorios para trabajar como voluntarios en las zonas devastadas por el terremoto.

La oriunda de Sapporo de 36 años trabaja de 6:30 a 20:00 horas, atendiendo llamadas de residentes y despachando camionetas. A veces, va en la camioneta para asistir al chofer. No le pagan nada, pero sus necesidades básicas están atendidas porque recibe comida y alojamiento gratis.

Antes de venir a Ishinomaki, Murashima cambiaba de un trabajo temporario a otro, sin quedarse en un lugar por más de dos años. También ha trabajado en una fábrica de impresoras y como maestra en un programa extracurricular, viajando por el mundo entre un trabajo y otro.

Hasta marzo, trabajaba en una granja en Chiba, cuidando y ordeñando vacas. Pero al ver las escenas horrendas de destrucción en la TV, decidió ir a Tohoku. "Simplemente quise hacer algo", dijo.

Sus días están llenos de desafíos, pero el mayor es su sentimiento persistente de no estar haciendo demasiada diferencia, sin importar cuán duro trabaje. Los niveles de dificultad sentidos por algunos residentes son simplemente abrumadores, dijo.

Por ejemplo, mucha gente que necesita ir al hospital para hacerse diálisis varias veces a la semana no lo puede hacer porque perdieron sus coches y no tienen dinero para taxis.

"Todos los días, el trabajo es abrumador", dijo. "Cada día trae un nuevo y difícil desafío."

Pero el trabajo también trae grandes recompensas, especialmente cuando Murashima siente que su trabajo es verdaderamente apreciado. Ella ha visto personas mayores quienes, luego de ser llevados y dejados en un lugar, agachan sus cabezas en reverencia y las mantienen bajas hasta que la camioneta desaparece de la vista. En una ocasión, vio a un hombre mayor con un bastón, caminando con dificultad en la calle, por eso le ofreció ir en la camioneta. Durante el camino, el hombre se echó a llorar, diciendo cuánto apreciaba que alguien le prestara atención. "Me digo a mí misma que me quedo aquí porque alguien necesita mi ayuda."

Durante los pocos fines de semana que tiene libres, va a visitar a su primo en Yokohama. Pero la llena de asombro el hecho de que la gente de la ciudad se muestra desentendida. "Al principio, todos estaban preocupados", dice. "Ahora, la gente está empezando a olvidarse de las dificultades de las zonas afectadas por el terremoto."

Murashima no sabe qué quiere hacer en el futuro. "Estaré aquí hasta que sienta que ya no me necesitan."

Pero pasará un buen rato antes de que esto suceda. La economía local y la infraestructura están todavía sin funcionar bien; no hay ningún servicio local listo para hacer el trabajo que su grupo está haciendo.

Tal vez se ponga a estudiar sobre el cuidado de ancianos para continuar un trabajo similar al que vino haciendo hasta ahora. "Una cosa de la que estoy segura es que nunca volveré a ser la misma luego de pasar por esta experiencia."

Esta historia nos enseña que los voluntarios que están por largo tiempo sirviendo necesitan algún tipo de apoyo psicológico, y que los que estamos en la ciudad no debemos olvidarnos de las muchas necesidades que todavía existen en Tohoku.

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